
Tener una tortuga en casa, ya sea de tierra o de agua, exige cierta responsabilidades por nuestra parte, además de la prestación de determinadas atenciones. No olvidaremos que este interesante animal de compañía necesita de nosotros para poder sobrevivir, por lo que es nuestra obligación proporcionarle alojamiento y alimento, entre otras cosas.
En ocasiones, nosotros somos los principales causantes de sus males porque pensamos que son juguetes, pasándolas de mano en mano entre todos los miembros de la familia. A diferencia de un perro o un gato, la tortuga no puede ladrar o maullar para manifestar su malestar. Únicamente, mete su cabeza dentro del caparazón. Este gesto debemos interpretarlo como una llamada de atención, ya que el reptil nos está pidiendo un poco de tranquilidad.
No tiene apetito

Otra de las causas por las que este reptil pierde su apetencia es un cambio brusco en su alimentación, quizá por notar la comida extraña o, incluso, porque ésta sea de calidad inferior. También es probable que deje de comer al final del periodo de hibernación, volviendo a recuperar su voracidad pasados unos días. En cualquiera de los casos descritos anteriormente no esperaremos más de tres días para trasladar nuestra consulta a un especialista.
Ansiedad y estrés

Algo tan normal para nosotros, como querer jugar con ella, puede fatigarla y provocarle gran tensión, llegando incluso a presentarse un cuadro de estrés que cause fallos en su sistema inmunológico. A la hora de jugar con tu tortuga ten cuidado: aunque es un animal muy atractivo y con apariencia de reptil fuerte, no tienes que olvidar que es un ser vivo delicado.
El tamaño del substrato
Muchos de los dueños de tortugas adquieren substrato para adornar los acuarios. En este sentido, es muy común observar la existencia de grava dentro de los acuarios. Sin embargo, su tamaño es muy pequeño y tu animal de compañía puede llegar a comérsela, provocando una obstrucción en los intestinos e, incluso, la muerte.
Para evitar este problema, te recomendamos que utilices rocas de tamaño mediano. Además de ser coloridas, decorarán y embellecerán el vivero de tu galápago. Asimismo, nos aportarán lo más importante, que es la garantía de saber que nuestra pequeña mascota será incapaz de tragárselas.
Infecciones del caparazón

La carencia de este elemento químico desemboca en la blandura del caparazón, que además mostrará manchas blancas. No basta con incluir alimentos ricos en calcio como el hueso de jibia, ya que las tortugas deben asimilarlo a través de la luz del sol. De esta forma, incrementaremos las horas de bronceado y, si en un tiempo no notamos ninguna mejoría, habrá que consultar al veterinario inmediatamente.
Hongos y parásitos
Pero las infecciones en el caparazón hallan su raíz en otras causas mucho más molestas: los hongos y los parásitos. Si tu ejemplar luce una capa blancuzca, similar al algodón, en la parte superior del caparazón, lo más probable es que se trate de una infección por hongos. Este problema se puede tratar de forma casera si los detectamos en una etapa temprana, de lo contrario el especialista será nuestro recurso. Para atacar una infección leve de hongos, hay que bañar a la mascota en agua tibia y salada durante 30 minutos. Si al cabo de una semana el aspecto del caparazón no ha vuelto a la normalidad, acudiremos al veterinario.
La muda del caparazón también puede presentar dificultades porque se suelen perder uno o más escudos simultáneamente. Estas pérdidas pueden resultar complicadas si la temperatura ambiental es inadecuada, si existen disfunciones endocrinas del tiroides, ciertas heridas o cicatrices, etc. En el momento que observemos algo anómalo, nos asesoraremos en una clínica veterinaria sobre las diferentes pautas de actuación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario